Amigo Estudiante:
Reflexionemos un poco sobre la historia de las palabras.
La lengua ensalza: saquen un papel
(Por: Soledad Moliner. Artículo de prensa aparecido en El Tiempo 09-01-2009)
En esta columna hemos escrito y leído mucho sobre las biografías de las palabras. Sin embargo, hemos dedicado poco espacio a los elementos que nos han permitido hacerlo, a todos esos objetos que nos ayudan a comunicarnos por escrito. Creo que es hora de indagar un poco sobre su pasado.
Para empezar, démosle la palabra a palabra. Nos llegó del latín parábola, que, como sabemos, quiere decir símil o comparación. Esta, a su vez, nació del griego parabole (con el mismo significado). En romance pasó a ser una frase y terminó en un vocablo. En español se usa desde 1140 y al principio era parabla.
Antiguamente las palabras se escribían sobre papiros y pergaminos. Los primeros eran láminas extraídas del tallo de la planta del papiro, cuyo nombre científico es Cyperus papyrus y crece de manera salvaje en Siria, Palestina y, sobre todo, en el Alto Nilo. Los pergaminos, que se usaron luego -hacia el siglo V-, deben su nombre a la ciudad de Pérgamo, en el Asia Menor, donde un eunuco fundó un pequeño reino que sería la provincia romana de Asia. Allí sabían preparar muy bien la piel de animal para escribir sobre ella.
Ahora usamos el papel, cuyo nombre viene del papiro. Los primeros en usarlo fueron los chinos, hacia el año 95 a.C. Durante un buen tiempo mantuvieron en secreto la fórmula de su fabricación, hasta que los árabes, tras una guerra contra China, la difundieron. Comenzaron por Italia y Cataluña (de hecho, la voz en español hizo escala en el catalán paper) en el siglo X.
Pero no haríamos nada si no fuera por el alfabeto. Los griegos usaron las dos primeras letras de un conjunto de símbolos y sonidos para denominar a todo el grupo. De alpha y beta nació alfabeto. Los helenos hicieron lo mismo y de allí viene el a-be-ce-dario.
No se necesitó mucho más para que surgiera el libro. La palabra viene del latín liber, libri, que primitivamente designó la parte interior de la corteza de las plantas, donde escribían los romanos.
La voz imprenta viene de imprimir, que llegó al español hacia 1438 desde el latín imprimere: hacer presión (en algo), dejar huella o marca.
La palabra prensa apareció en 1495, como máquina de comprimir. Llegó del catalán premsa, del femenino de prems (apretado). Se empezó a emplear en el sentido de imprenta en el siglo XVII y de ahí pasó al conjunto de publicaciones periódicas hacia 1855.
El pasquín tiene una historia simpática. En Roma vivía un zapatero llamado Pasquino, de espíritu burlón y amigo de chanzas. Su taller fue centro de reuniones donde se escuchaban sátiras y chistes sobre los personajes de moda. Años después de su muerte, unas excavaciones realizadas en aquel lugar dieron con una estatua mutilada. La expusieron en la misma calle, Governo-Vecchio, y le pusieron Pasquino. La enorme figura, que era de un griego antiguo, se hizo famosa en la ciudad porque en el siglo XIV la gente empezó a pegar sobre ella escritos anónimos con bromas, sátiras e insultos.
En latín medieval encyclopaedia era un curso de educación general. La palabra se había construido a partir del griego en- (sobre), kyklos (círculo o ciclo) y paideia (educación o instrucción). De allí tomaron el nombre Denis Diderot y Jean le Rond D¿Alembert, que publicaron la primera enciclopedia en un formato similar al que conocemos hoy: fue esta la célebre Enciclopedia Francesa, que se publicó en Francia entre 1751 y 1766 (más un suplemento que apareció en 1777 de cinco tomos que se sumaban a los 28 existentes).
La viñeta también nos llega de Francia. Vignette es el diminutivo de vigne, que significa vid. En el siglo XIII se puso de moda decorar vajillas y porcelanas con dibujos de ramas de uva. La tendencia llegó a la decoración de libros y revistas, que llevaban los dibujos al comienzo de cada capítulo o en la parte superior de las hojas. Así, el vocablo empezó a emplearse para todos los adornos de publicaciones, que en el siglo XX habían adoptado las características que hoy conocemos.
Para terminar, no quiero dejar de mencionar otro tipo de expresión escrita muy diferente: el tatuaje. Conocemos el vocablo gracias al capitán inglés James Cook, que llegó a Tahití en 1769 y observó la costumbre indígena de introducir pigmentos en marcas sobre la piel para formar dibujos permanentes. El expedicionario escribió sobre el tatau, la palabra nativa que, con diferentes modificaciones, se nos quedó grabada en varias lenguas... y en no pocas epidermis.